martes, 16 de septiembre de 2014

Coletas chinas


Los espermatozoides que no se aprovechan, no se pierden, se convierten en chinos...por eso llevan coleta.





Es muy pequeña broma escrita, para una tan buena ilustración como ésta.
Carmen Labiche es la autora del dibujo que tengo el privilegio de mostrarlo aquí.
Pensé en alargar el texto para intentar acortar la distancia entre dibujo y palabras, pero ni lo voy a intentar.
Gracias Carmen.

martes, 24 de junio de 2014

Rojo inglés

Esos ingleses de la Inglaterra profunda, que casi recién bajados del avión van al playa con la fresquera llena de cervezas.
Con su traje de baño de rayas se colocan boca arriba sin cremas protectoras ni leches...
la piel al medio minuto ya se empieza a transformar...
los órganos internos tales como venas, bazo, estómago, huesos...incluso los mismos tatuajes, empiezan a perderse entre un incipiente color rosado que cae como llovido del sol sobre ellos...
van cayendo también las garimbas, una tras otra, y cuando está por la mitad la fresquera (ya no tan fresca como hace un par de horas), cuando llega la cerveza que indica la mitad, con puntualidad británica se dan la vuelta y enfrentan su espalda y muslos al astro rey...
las cervezas ya van cayendo más despacio, y el calor en pleno apogeo, (a eso de las tres de la tarde) se ceba en ellos...
crepitan como huevos en la sartén, pero ellos están contentos...
comentan lo morenos que se van a poner ¡y en un solo día!...
la gente de alrededor se aparta de ellos horrorizada (menos otros ingleses que compiten con ellos)...
alemanes, noruegos, belgas...ya se han retirado con la piel llena de arena que se les ha pegado por causa de la crema solar protectora dejándolos como croquetas...
los ingleses se ríen de ellos...
mientras los bañadores que son de todo a 100 o de algún chino, ya se les han fundido a la piel, que además al hincharse los van ocultando en sus partes más finas, y parece que se sujetan sin tiras, como petachos pegados sobre tetas, culos y delanteras...
como en los costados no les ha dado tanto el Sol, una raya blanca separa las dos partes como si fuera una veta de grasa en un filete poco hecho...
por fin se acaban las cervezas, y con la tripa llena se levantan para ir a tomar el té de las 5...
si que notan algo raro, en las plantas de los pies ya despellejadas del todo siente una especie de cosquilleo...
pero la Guiness ocultan el auténtico destrozo y comentan como es llegar a España, a sus playas, y ya se siente la alegría en la piel...
Si, eso es el auténtico color "ROJO INGLÉS", que no se manifiesta en ningún otro lugar de la naturaleza.






jueves, 22 de mayo de 2014

Los ponchos




Estoy de vacaciones, en Galicia.
Llueve desde hace dos días.
Ayer no fui a ningún sitio, pero hoy me quiero mover.
He pensado que lo mejor es comprar un poncho de esos de turistas de manada.
Cuando llueve los sacan todos a la vez de la bolsa de los suvenirs, se los ponen y siguen haciendo fotos bajo la lluvia como si nada.
Están los ponchos de los japoneses y los de los alemanes. Los de los japoneses suelen ser casi siempre rojos, aunque también hay amarillos. Los de los alemanes son transparentes y se les ven los pelos de las piernas porque van todos en pantalones cortos. Grandes que son y de mucho apetito, dentro del poncho pronto se sofocan. Entonces se ponen a sudar y los pelos largos y blancos de sus piernas rechonchas, se les pegan por dentro al poncho y los hacen torpes al andar.
Los turistas japoneses, cuando coinciden con los alemanes y se mezclan delante de una iglesia, hacen fotos todos a la vez, embutidos en sus ponchos, con la máquina de fotos asomando en vez de los ojos.
Los japoneses decía, tienen que tener mucho cuidadín, como los alemanes son muy grandes pueden pisarlos o arrollarlos. Así que cuando están juntos, los japos parecen aspiradores de esos redondos y pequeños que van moviéndose de un lado para otro solos y que cuando chocan con algo cambian de rumbo inmediatamente.
Cuando pasa esto, (que se chocan) el japonés se va, y el alemán se rasca la pierna.
No creo que me compre un poncho rojo japonés, me quedaría corto y parecería un poncho minifalda. Además los gallegos, que son muy socarrones, se reirían de mi, y me pondría rojo como el poncho, y se reirían más todavía.
Alemán tampoco, me quedaría grande y como me lo iría pisado me caería muchas veces, y si, también llevo pantalones cortos, pero no soy alemán, así que si me tratan como a uno de ellos, tendré que explicar que soy vasco, aunque también se me pegan los pelos de las piernas en el poncho, porque también soy rubio, rechoncho y casi tan grande como ellos, pero chorreo menos sudor que porque estoy más acostumbrado al clima y no bebo cerveza que hace que las piernas te chorreen mucho con el calor que hace dentro del invernadero para piernas que es lo que viene a ser un poncho transparente.
¡Vaya, está saliendo el Sol!

jueves, 15 de mayo de 2014

El liguero y las uñas


Te dí una oportunidad y la desaprovechaste.
Ahora me llamas al teléfono una y otra vez, y me escribes mensajes que ni leo. "Me estoy pintando las uñas" te contestaba al principio, ahora ya ni eso.






Te alababas a ti mismo ante tus amigos. Yo era una proeza conseguida por ti, te creíste irresistible.
¡Pobre!, ahora no eres, más...que una muesca en mi liguero.  .

Secuestro en el tren



En un tren secuestraron a mi niña, de mis brazos me la robaron,                                                   
mientras me desvanecía , recuerdo cómo Lucía luchaba, cómo gritaba, cómo mordía y arañaba… pero todo en vano, se la llevaron.                                                                                                            

Pasaron muchos años de aquello y hubo cambios trascendentales en mi vida.                            

Volvía a estar en un vagón,                                                                                                                        
el traqueteo del tren me relajaba,                                                                                                            
junto a mi una chica dormitaba.                                                                                                                   
Pensé que mi hija perdida tendría una edad parecida; unos treinta y pocos años, calculé.              
El viaje era largo, estaba cansada,                                                                                                            
se revolvía a menudo, soñaba agitada.                                                                                                    
Terminó acomodada sobre mi hombro.                                                     
Murmuraba intranquila y me entraron ganas de acariciar su cabeza,                                                                                         
Cuando puse mi mano ligera sobre su cabeza, se fue aquietando.                                                                                                                                           
Al rato despertó, “o casi” –pensé-                                                                                                            
me miró fijamente y se abrazó fuerte a mi sollozando.                                                                       ¡Por fin te he encontrado! – me dijo-                                                                                           
Esperé a que tomara consciencia total y con una sonrisa le contesté:
estabas soñando, te equivocas, me llamo Aurora                                             
                                                                                      
Me miró fijamente antes de responderme convencida:                                                  
tu eres mi padre,
aunque ahora seas mujer,
los olores de las personas queridas, no se olvidan nunca.                                       

domingo, 11 de mayo de 2014

Claire



Por fin llegó el día, hoy nos conoceremos.
Llegarás en avión y pasaremos tres días juntos; iré a buscarte al aeropuerto.
Estás intranquila al igual que supones lo estaré yo, puede ser muy diferente el conocernos físicamente de la manera en la que lo hemos hecho hasta ahora. Hay un riesgo real que los dos sabemos que existe, aunque lo hallamos obviado.

Las ruedas del avión empiezan a rodar por la pista del aeropuerto, dentro unos minutos nos vamos a ver, nos daremos un largo abrazo y por fin nos sentiremos.
Ya has recogido el equipaje y sales a la sala de espera, hay mucha gente que va de un lado a otro.
Muchos encuentros, voces, arrastrar de maletas, saludos, incluso algún lloro de alegría. La chica que venía a tu lado ves que se funde en un achuchón con un chaval que la esperaba sonriendo. Te quedas mirándolos unos segundos, ella le agarra de la nuca y se aplasta en él, él de la cintura y ríe feliz. Ella le frota la espalda, el también, ves que una mano baja y le toca el culo, acercándola más si cabe. Continúan así y tu por un momento te olvidas de todo, te gusta la escena que contemplas...

Hola Claire -oyes a tu espalda-.
Te das la vuelta y ahí estoy yo.
Nos quedamos mirándonos como tontos sin hacer nada más, callados.
Nos repasamos de arriba a abajo, se te cae la maleta al suelo, y actúa como de señal. Nos abrazamos.
Primero poco decididos, como por compromiso.
Después con más convicción, pasa medio minuto y seguimos igual. Me frotas la espalda, y yo a ti te acaricio el pelo.
Continuamos así sin prisa por soltarnos, ni hablar, ni nada...

Ahora nos separamos, estás más tranquila. El sentirme sin que mis ojos te hayan recorrido demasiado, ha hecho que el primer contacto haya tenido una pausa callada en la que te dado tiempo a decirte: "aquí estamos juntos por fin, tranquila Claire, es el mismo que ya conoces".
Te das cuenta de que aún no me has saludado, te separas, me miras y dices: "Hola puto vasco chalao, aquí tienes a tu curasán"
Lo has dicho sin pensarlo y ocurre lo lógico, que me haces reír, me brillan un poco los ojos.

La chica y el chico de antes salen ya por la puerta, ella mira hacia atrás y cruza contigo miradas, sonríe y se para como esperando algo de ti y de mi.
Me vuelves a abrazar, esta vez del cuello y me dices: abrázame fuerte; y lo hago, y ahora tócame el culo...
Ella se ríe mientras tu haces lo mismo volviendo a cruzar tu mirada con la suya, te saluda y le contestas guiñando un ojo, se ríe y se va con su chico...

Hemos ido a un bar del pueblo, tomado un café y le he pedido al camarero si puedes dejar allí guardada la maleta un rato. Él ha dicho que si y estamos ya paseando por la playa; hace un día espléndido.
Vamos agarrados de la mano, y hablamos, -los dos a la vez al principio-, reímos, miramos, callamos y volvemos a hablar y compruebas como ahora ya más sosegados, tu voz hace que me calle no importa lo que digas, y sonría con cara de atontado. Te das cuenta como me hipnotiza escucharte.

Eso te complace y de repente te lanzas a mi cuello y me das primero unos besos después coges mi mano en la tuya la acercas a tu pecho y la metes dentro de tu blusa bajo el sujetador y me dices: "voy a hacer contigo lo que quiera puto vasco y vas a darme todo el placer del que seas capaz, hasta que te diga basta".
Compruebas que no hay nadie cerca en la playa. Deslizas tu mano entre mis piernas y me tocas. "...y después te voy a devorar."
Me pongo un poco rojo y te ríes de mi.

Pasaremos tres días juntos, pero antes tienes que hacer unas gestiones en Donosti. Como no sabes lo que tardarás, me voy al local indicándote como encontrarlo. Lo más seguro es que llegues por la tarde temprano pero no sabes a qué hora, así que te doy una llave, y yo me llevo tu maleta.
A eso de las 4, estas entrando en el local. Todo está en silencio, seguramente estoy en la siesta, piensas.
Subes y sí, ahí estoy boca abajo dormido.
Estas cansada y sudorosa. Te duchas y hechas un vistazo por el local, yo sigo durmiendo. Después vuelves a subir y entras en mi habitación, sigo boca abajo, dormido.

Te sientas en el borde de la cama, estas vestida solo con una camiseta.
Ahora sí, ahí me tienes, pero estás cansada, no quieres nada que suponga mucho esfuerzo... algo relajado tal vez.
Me tocas la espalda, me acaricias con suavidad y notas que me voy despertando. Giro la cabeza, abro los ojos y te contemplo en silencio. Empiezo a darme la vuelta, pero poniendo tu mano sobre mi nuca me dices que no, que no lo haga. Me indicas que doble la almohada por la mitad y ponga la mitad de mi cara sobre ella con la boca libre, para poder respirar. "Y quédate quieto así" -me dices-.
Te acercas a mi oreja y me dices: ahora vas a ser mío camarón.
Que bien hueles, y que bonita suena tu voz.

Me besas el cuello por todo el: despacio, profundo, sin prisa...mientras me vuelves a poner la mano en la nuca. Tu lengua se introduce entre tus dedos para mojarme, para excitarme y excitarte a ti. Lentamente, con tiempo...no tienes ninguna prisa. Me vuelves a acariciar la espalda y la besas una y otra vez. Te subes después a horcajadas sobre ella, sobre mí. Intento volver a girarme pero me vuelves a sujetar por la nuca y me dices: sssssh, obedéceme.

Ahora me sujetas por los hombros y apoyas tu peso en ellos a la vez que te elevas y bajas sobre mi una y otra vez, y otra, y otra... despacio. Empiezas a excitarte... y vuelves a subir... y sientes como te vas encendiendo... y a bajar... y a subir...y te estas humedeciendo...y a bajar...
Pero no quieres correr, quieres sentirte poco a poco cada vez más arriba, así que espacias el movimiento de sube y baja. Me sueltas la nuca y te sientas en donde termina mi espalda, te quedas quieta ahí, bien encajada. Y me dices: " me estoy acariciando los pezones imaginando que lo haces tú"
Tenerme debajo de ti, fantaseando que soy yo quién te toca, te excita un poco más.
Te colocas más atrás de mi espalda, encaramándote sin prisa y apoyas tus manos en el hueco trasero de mis rodillas.
Vuelves a sudar y te pasas una mano por la frente, la mano se desliza con facilidad,
te recorres los pómulos también, y la boca,
saboreas tu sudor y la saliva se mezcla con el,
la haces resbalar por tu cuello sintiendo cómo palpita tu sangre al galopar por tu aorta,
y ahora con ambas manos por los hombros, las axilas y me miras,
sigo quieto entre tus piernas,
vuelves a palparte los pechos y los rodeas con las palmas y dorsos de tus manos,
bajas a la tripa y te tanteas el ombligo,
vuelves a apoyar una mano sobre mi cabeza y la otra te la introduces entre las piernas,
te agachas rozándome los omóplatos con tus pezones, sin dejar de acariciarte entre los muslos,
me suspiras y hurgas con la lengua en el oído,
después me besas en el cuello y me lo muerdes,
me acaricias con tu mano mojada mi cara, mi boca,
¡Que bien hueles, que bien sabes!

Te vuelves a sentar más cerca de mi cabeza.
Estas muy húmeda, y siento tu ingle tibia...pero no puedo tocarte, no me dejas.






"Estira un brazo hacia abajo y pon la palma hacia arriba" -me señalas-.
Lo hago, te arrodillas junto a mi mano a mi costado, entrelazas mis dedos con  los tuyos y los llevas a lo oscuro de tu entrepierna. Siento que tienes un poco de pelo, mis dedos se electrifican, y mis manos, y mi pensamiento.
La palma de mi mano está sobre la tuya y con calma la apoyas en la mitad,
y la apartas unos centímetros, y la vuelves a apoyar,
y la dejas unos segundos apoyada mientras haces que presione un poco y rote circularmente,
y la vuelves a separar,
y la vuelves a apoyar apretando un poco... y un poco menos... y un poco más,
y la vuelves a retirar, y miras al techo,
y ahora haces que se deslice de arriba hacia abajo, y hacia arriba otra vez,
y miras mi brazo y mi mano que te recorre con facilidad mientras se moja toda,
y suspiras exhalando eses, aes, haches...y te paras.
Quieres ir despacio, mantener el gozo ondulando, ascendiendo a pocos:  más/ menos... más y más/ menos...más, más y más/ menos...pero te cuesta y haciendo el vacío con mi mano comienzas a apretar y aflojar, apretar y aflojar... humedeciendo más el hueco...y entonces sustituyes mi palma por nuestros dedos entrelazados y repites lo que hacías...y rápidamente se vuelven resbaladizos y sientes que estas cada vez más excitada y paras...
Ahora estas mirando mi cuello, sueltas mi mano y la vuelves a poner donde estaba: bajo mi cara.
Empiezo a quejarme pero otra vez exclamas: "sssssssh"

Ya no vas a poder aguantar mucho y quieres saber como me encuentro realmente de excitado yo. Así que bajas y te sientas sobre mis rodillas, metes una mano despacio bajo mi cadera, y me tocas...si, estoy excitado. Te das cuenta que ni yo te he visto desnuda, ni que tú únicamente me has visto de espaldas. Te gusta pensar que aun y así, estás de esa manera.
Me sueltas y vuelves a colocarte sobre mi cuello, te rozas en él y en muy poco vuelve al estado anterior, ya está húmedo y brillante otra vez, mi cuello.
"Bien, vamos allá camarón, date la vuelta despacio y baja los brazos" -me dices mientras te incorporas un poco sobre tus rodillas-.
Desdoblas la almohada, me acaricias la cabeza, la cara, bajas los escasos centímetros que nos separan, coges mis manos y las colocas sobre tus costillas, y después las haces subir...

"Ya me tienes como querías, encima de ti, a unos centímetros, empapada de sudor y sexo, y a poco de explotar en ti, te va a gustar camarón, y no lo vas a olvidar nunca, nunca, nunca...
"Y ahora prepárate, y hazme -me dices, mientras desciendes despacio- hasta que te grite basta"...



   

sábado, 12 de abril de 2014

Mi patria (escorzo de piernas de mujer)

Una patria con un himno susurrado,
con dos cascabeles marrones que brillan,
con vapor de agua castaño
con dos largos mástiles para su enseña.

Tu voz, tus ojos, tu pelo...
mi patria eres tu,
y tus bragas... mi bandera.





domingo, 6 de abril de 2014

Salitre blanco

Sudabas,
y estabas a la par, cubierta de brillos y salitre blanco.
Se me quedó dentro tu aroma, que emana ahora.
No voy a abrir los ojos,
no, aún no.
No hasta que acabe la alegre canción de las pequeñas olas,
no, aún no,
no ahora que, una vez más, que escucho tus gemidos de sirena,
no mientras, otra vez más, rezuma en mi boca tu pálido sabor salado;
no, aún no.





Serpiente de agua

Tuvimos un encuentro prohibido en la playa,
sobre la arena blanca de Luna,
salpicados de burbujas,
entre caricias de pequeñas olas.

Me dijiste que solo oías siseos,
que mis palabras mojaban como los rizos blancos del agua;
y en voz larga y baja me llamaste: "serpiente"...

Es verano, hace calor y se está bien junto al río descansando del largo paseo.
Después de comer tus amigos conversan a la sombra del árbol,
pero tu estas cansada, en una esquina de la mesa.

Apoyas la cabeza sobre los brazos,
el rumor del agua te arrulla,
sientes su frescor,
lo hueles,
su humedad se posa sobre tu piel,
tus párpados dejan traslucir destellos de agua...

Ves que algo se mueve bajo la mesa,
llega hasta tus pies y se detiene,
tantea con delicadeza tus tobillos cansados,
comienza a ascender por tus pantorrillas,
tras su silencioso paso, va dejando un rastro de vellos erectos y temblorosos pincelados de agua,
recorre tus huecos ocultos, tus coronas brillantes y duras, tus labios,
rodea tu cuello encordando varias vueltas tu cuello y hace cima en ti reptando entre tu melena,
entonces los sonidos se convierten en sinuosas palabras,
penetran en ti sondeando tus oídos,
y percibes quedos murmullos que lo acallan todo,
solo se escuchan tus suspiros...y sus siseos.

Ella reanuda su serpenteo,
desciende por la hendidura de la mitad de tu espalda,
dentro de tu vientre algo se agita,
te acurrucas en ti azorada,
y recuerdas...




Se ha hecho un hueco entre tus muslos,
es suave, húmeda...


Una serpiente de agua, en un pic-nic de verano.





domingo, 9 de febrero de 2014

La anciana

Levanta su cabeza la anciana,
sonríe con los ojos entrecerrados,
¡que hermosura su blanca cabellera al viento!





                                                          Fotografía de Mikel Barrero







jueves, 16 de enero de 2014

La inmortalidad

-¿Tu crees que hay algo después? o kaput y ya está?
-Kaput, sin duda, con tanto gusano que se comen todo ¿que va a haber?
Los gusanos devoran la inmortalidad y luego la cagan




Fotografía de Mikel Barrero



martes, 14 de enero de 2014

Fulgor Polar

Tras largo y frío viaje
con un fulgor de escarcha
ilumina el agua






                                                                  Fotografía de Mikel Barrero